Antes del Edicto de Milán

Los cristianos usaron para sus reuniones las mimas viviendas de los fieles acomodados. Sin embargo, hubo pequeñas iglesias (tituli), que, para no despertar sospechas, no tenían exteriormente nada que las distinguiera. El titulus de San Martín de los Montes, en Roma, del siglo III, es la iglesia más antigua que se conserva. En su interior era una sala alargada con pilares que soportaban bóvedas de arista. En ellas se celebraban reuniones dominicales (sinaxis). También era primitivos lugares de reunión las Cellae Coementeriales, colocadas sobre las catacumbas. Eran pequeños edificios de planta trebolada o triconque, es decir, su cabecera adoptaba la forma de una hoja de trébol.

Las catacumbas era lugres de enterramiento. Roma reconocía a los miembros de cualquier asociación el derecho a enterrarse en su colectividad, por eso hubo también catacumbas judías. Eran canteras abandonadas, de las que los romanos habían extraído la piedra para sus edificios. De ahí la red de galerías. En las paredes se abrían huecos rectangulares (loculi). A veces se formaban cámaras (cubiculi). Los huecos para colocar los cuerpos de mártires tenían forma de arco (arcosolium).

En las catacumbas se celebraban banquetes fúnebres, de ahí la existencia de bancos alrededor de las cámaras para sentarse los comensales. Este rito parece tomado de los banquetes funerarios paganos. Junto a la cámara está la cocina, con el hogar y la cisterna. En el Coementarium Majus, de Roma, se conserva una cámara con estos elementos.

Desde 313, las catacumbas se convirtieron en lugares de peregrinación, a partir de entonces se crearon cementerios en la superficie. La iglesia conmemorativa (Memoria) se rodeaba de enterramientos.

En Oriente surge la arquitectura cristiana. Así lo muestra la iglesia de Emaús, y una capilla de Doura-Europos, del siglo III. Aunque allí continúa la arquitectura judía: la sinagoga. Pero hay un elemento básico, el nicho litúrgico, que mira hacia Jerusalén. Los cristianos lo adoptarán (ábside).

Después del Edicto de Milán

Basílica de Santa Sabina en Roma, construida en el siglo V

Reconocido el cristianismo como religión, ésta ahora es patrocinada or el Estado. Constantito regala edificios paganos y sufraga muchas obras. Muchas ti’poloogía arquitectórnicas paganas perviven con el paleocristiano, pero dotados de un simbolismo nuevo.

Esta arquitectura tendrá gran unidad en un espacio geográfico tan amplio.

La basílica se destina a las reuniones dominicales. Pero, demás de templo, es la residencia del obispo y sacerdotes, con sus numerosas dependencias.

Posee forma alargada, con tres o cinco naves, la central generalmente doble que las laterales. En un extremo se halla la puerta y en el opuesto el ábside, que marca la orientación del templo. Su planta suele ser semicircular o poligonal. Las primeras basílicas se orientaban hacia oriente, como los templos paganos. Pero ahora tenía un sentido evangélico: “yo soy la luz del mundo”. inicialmente, el pueblo miraba hacia el ábside y el sacerdote realizaba el oficio de cada a los fieles, volviendo la espalda a la luz. Luego se invirtieron los términos.

Los techos son de madera y plano, para una mejor audición. Se usan materiales como mármoles y mosaicos. Las primeras basílicas no eran abovedadas. El tejado estaba dispuesto a dos aguas en la nave mayor y en vertiente sencilla en los laterales. La iluminación se conseguía con ventanas, más amplias en la nave principal.

El altar, se reduce a una mesa, forma que simboliza el banque eucarístico, en recuerdo al a última Cena. Solo hay un altar, este está cubierto por un baldaquino (cimborium)

El obispo tiene su sede en el tronos o cátedra, que está en el ábside. Esta disposición deriva de Roma, del trono imperial. A los lados se sitúan los asientos del clero mayor. Más hacia los fieles, dentro de la nave mayor, se sitúan los ambones. A la derecha se leen los Evangelios y la izquierda las Epístolas. Un espacio reducido se reserva para el clero menor (coro). Todo esto constituye el presbiterio. Si el templo guardaba reliquias de un santo se arbitraba una cámara (cripta) bajo del presbiterio.

Había división de sexos: a la derecha los hombres (Evangelio) a la izquierda las mujeres (Epístola).

Solo ingresaban al templo los bautizados. Los catecúmenos, en proceso de preparación, ocupaban un vestíbulo detrás de la puerta (nártex). Como lugar de reunión de los fieles hay un atrio o patio porticado. El exterior era poco decorado, una fachada plana con un frontón por remate.

La basílica fue una trasposición del edifico greco-romano. El cristianismo lo tomó, no hubo adecuación al culto. Lo que el cristianismo valoró fue el espacio del templo. En el edificio predomina el eje longitudinal y se obtienen la sensación de movimiento hacia el altar. Las columnas guían la vista-. El presbiterio queda enmarcado por una gran arcada de medio punto, que viene a emular el efecto triunfal de los arcos conmemorativos roanos. Pero su significado es religioso: es el triunfo de la Iglesia. El pueblo tiende a aproximarse hacia el presbiterio para así participar de manera más activa en el culto. Eso determinará el desarrolló del crucero. Se forma una nava transversal, con resultado práctico y efecto simbólico, pues se formará una planta en forma de cruz, de brazos desiguales, es decir, cruz latina.

Las columnas sostienen el entablamento o arcos. Las paredes se cubren con mosaico. La separación de sexos determina el lugar para la mujer: la tribuna, un espacio situado encima de las naves laterales.

Las basílicas más célebres están en Roma: San Pablo, Santa Inés, San Lorenzo de la época Constantiniana. En Nápoles destacan las de San Jenaro y San Jorge.

Las basílicas se completan con el bautisterio. Responden a un plan central: circular o poligonal. En el centro está la cisterna (cuba), de gran tamaño, al ser el bautismo de inmersión -tres veces-. Desde el siglo VIII se generaliza el bautismo de infantes, por tanto, se reduce la cisterna. La forma central estaba tomada de os balnearios romanos.

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