En Italia existieron dos corrientes representadas por sendos grupos de pintores. Por un lado, una corriente naturalista o realista, encabezada por Caravaggio, que plasma las cosas con absoluta fidelidad, y otra clasicista, dentro de la cual sobresalen los Carracci: Annibale, Agostino y Ludovico. Dos corrientes que luego serán interpretadas de muy diversa manera en diferentes países europeos.

Muchos manieristas realizaron excelentes retratos. Grandes maestros del dibujo, impregnaban así su obra de la vitalidad que faltaba a las escenas religiosas o profanas. El influjo de Venecia con un color lleno de posibilidades y la presencia de pintores de los Países Bajos en Italia, hacía popular el gusto por el paisaje y otros géneros.

EL CLAROSCURO DE CARAVAGGIO

Miguel Ángel Caravaggio (1573-1610) es una de las figuras estelares de la pintura. Aunque parte de sus obras están fechadas en el XVI, su pintura cambia el rumbo del arte. Es el padre del naturalismo. Por naturalismo, se designa a aquellas manifestaciones artísticas en las que se representaban las coxas con la mayor fidelidad posible a la realidad. El naturalismo es lo opuesto al idealismo.

Caravaggio tiene una de las biografías más turbulentas en la Historia del Arte. Hombre problemático, de difícil carácter, enemigo acérrimo de Carracci, acusado de asesinato y perseguido por la Justicia, motivo por el cual debió huir de Roma.

Sus primeras obras las hizo en Lombardía. Más tarde, en Roma, completó su aprendizaje. Además, es un pintor naturalista, creador del tenebrismo, que se basa en intensos contrastes entre la luz y sombra, de tal modo que las partes que quedan iluminadas dentro del cuadro destacan especialmente sobre los que no lo están. Las luces dirigidas suelen atravesar diagonalmente el lienzo, como en La vocación de san Mateo, donde la luz entra violentamente por una ventana cayendo sobre aquellos seque van a ser convertidos a la fe de dios.

Sus obras se alzaron en el panorama italiano como una auténtica revolución, dando a la vez un giro total a la carga moral del cuadro. La violenta reacción que su pintura produjo en la Iglesia se explica no sólo por este cambio, sino también por el carácter del pintor. Pero en el fondo, está de acuerdo con la renovación que hizo san Felipe Neri, predicando una vuelta a la sencillez evangélica, a la pureza de los primeros tiempos. Había que exaltar el amor a los pobres, a los sencillos, eliminando de la vida de la Iglesia mucho aparato externo.

En las primeras obras, entre 1590 y 1599, se deja inspirar por sus predecesores, pintando sobre fondos claros e iluminando toda la figura, como se ve en Baco, en San Juan Bautista de la Pinacoteca Capitolina, o en el Sacrificio de Abraham. Pero en ellas se advierte un nuevo concepto pictórico: frente a las escenas grandiosas, colmadas de figuras, instaura un cuadro sobrio, de pocos personajes. No cuenta historias, apenas hay asunto, y en todo caso, es un pretexto para pintar. Los personajes más ordinarios van a parar a sus cuadros: el tipo de la calle pasa a ser el héroe del cuadro.

El período de madurez lo realiza en Roma. Hace sus cuadros más populares; aumentan el tamaño. La luz se va a proyectar fuertemente sobre la forma, y el contraste con la sombra es violento e intenso. Si la luz de Leonardo era suave, la de Caravaggio es intensa, como la de la luz artificial en la noche, o la del rayo de sol en la oscuridad. Sitúa el foco de luz fuera del cuadro, con lo que concentra el interés en las manos y en las caras. Así el color queda subordinado a la luz; el claroscuro es el verdadero armazón del cuadro. Para crear esos efectos de luces y sombras, refiere uno de sus biógrafos, pintaba con luz de sótano, es decir, con iluminación muy alta y única, a fin de que las paredes permaneciesen en la sombra. A ello se debe el nombre de tenebrismo con que se conoce su estilo y el de sus imitadores. En iglesia de san Luis de los Franceses, en Roma, realiza el ciclo de la vida de San Mateo. Con La vocación de San Mateo, Caravaggio se inicia en el tenebrismo, una técnica en la que, aunque no fuera su auténtico creador, sí se convirtió en su principal seña de identidad hasta llegar a convertirse en su representante por excelencia, dando lugar a un efectista uso de la luz que fue seguido por una multitud de pintores barrocos en toda Europa.

Pero el cambio se instaura también en el personaje. Desentierra de los santos los nimbos y toda retórica. Predica la santidad de lo humilde; desaparecen los atributos de los santos. En el Martirio de San Mateo o en el cuadro del encuentro de Emaús los personajes santos vienen de la calle. Esto desencadena las protestas de las autoridades eclesiásticas y muchos cuadros del artista son retirados.

La tela del Santo Entierro da un fuerte efecto plástico: la losa ofrece su arista hacia delante, saliéndose del cuadro. La composición diagonal del cuadro, el rostro del santo varón que deposita a Jesús, los gestos y los tipos pocos distinguidos, la iluminación típicamente tenebrista pero efectista, nos dan las características de este tipo de pintura plenamente barroco.

Pero donde la iluminación resulta claramente tenebrista es en la Muerte de la Virgen. El tomar por modelo para la figura de María a una mujer ahogada en el Tíber, con el vientre hinchado, es superior a lo que puede soportar el ambiente clásico romano y la protesta obliga a retirar el lienzo del templo para donde se pinta. La crítica veía falta de decoro en la obra. Ni la grandiosidad de la composición dentro de la aparente sencillez, ni la forma como el intenso claroscuro valoriza el contenido trágico del tema creando uno de los cuadros más efectistas de la pintura barroca, logran compensar para sus contemporáneos el desacato realista de Caravaggio al sentido clásico y a la piedad.

Entre 1600 y 1601 pinta La conversión de San Pablo. Su ejecución le acarreó numerosos problemas por la oposición de los eclesiásticos. Este lienzo, o el de la Crucifixión de san Pedro, todos ellos pintados para la iglesia de santa María de Popolo en Roma, crearon tal rechazo que incluso llegaron a ser retirados del altar.

Caravaggio ha revolucionado la pintura, tanto en el tema como en la concepción pictórica del cuadro. Las consecuencias de su obra se dejaron sentir en toda Europa en buena parte del XVII.

La pintura de Caravaggio impresionó a muchos artistas que trataron de seguir su estilo, por su manera de jugar con las luces y las sombras. Entre los más importantes seguiros de Caravaggio se destaca Orazio Gentileschi (1563-1639), quien trabajó junto a su hija Artemisia (1597-1654), autora de Susana y los viejos, una de sus obras más destacadas.

Artemisia Gentileschi: Susana y los viejos, 1610

EL CLASICISMO EN LOS FRESCOS DE LOS CARRACCI

En Bolonia aparecen los grandes antagonistas de la pintura de Caravaggio: los hermanos Carracci. Annibale (1560-1609), Agostino (1557-1602) y Ludovico (1555-1619) primo de los primeros dos. recuperaron para el arte italiano la concepción poderosa y sensual del mundo mitológico. En Bolonia se forma una escuela ecléctica, donde se inaugura la primera Academia de Bellas Artes, llamada de los Biencaminados, dedicada a la pintura.

El más importante y el que ejerció mayor influjo fue Aníbal Carraci. Las actitudes nobles, grandilocuentes, en las que el ideal está servido por una grandeza de concepción que continúa el aristocratismo impugnado por Caravaggio. De esta pintura se alimenta la pintura «clásica» del XVII, no solo italiana, sino también buena parte de la francesa

En 1593, Annibale Carracci pintó La virgen con san Juan y santa Catalina, con influencia de Correggio y Rafael y, en general, de la pintura veneciana como se puede observar en La crucifixión y El bautismo de Cristo.

Su obra más destacada en la decoración de la Galería del Palacio Farnesio, plena de falsas arquitectura que emplea para organizar los espacios, de figuras con dioses extraídos de la mitología clásica para cuya realización es posible se inspirase en la Capilla Sixtina. El esquema de la cuadratura fue utilizado por Miguel Ángel en la Sixtina, pero serán los maestros de Bolonia los que consagren esta forma. Los frescos se ambientan dentro de una arquitectura ilusionista, que aspira a prolongar la arquitectura real del edificio, de tal manera que los encuadres parecen verdaderos cuadros, con sus marcos de estuco.

La trascendencia de estas grandes composiciones es considerable. Representan el jalón inmediatamente anterior al barroquismo de Rubens.

Annibale Carracci creó una nueva manera de entender el paisaje, un tanto idealizado y sometido por el ser humano. Sus pinturas paisajísticas ejercerán una gran influencia sobre Claudio de Lorean o Poussin. Un claro ejemplo de paisaje de Carracci es La huida de Egipto.

Carracci: Huida de Egipto

Además de temas religiosos y mitológicos, desarrolló la pintura de género: La carnicería y El hombre con mono, retrato de tipo satírico y que se aproxima a la caricatura.

Los Carracci tuvieron gran número de seguidores que dominaron la técnica del fresco: Domenichino (Doménico Zampieri, 1581-1641), es un destacado fresquista heredero de los Carracci; Guido Reni (1575-1642), inicialmente caravaggista, como en La crucifixión de san Pedro, es un gran clasicista que demostró gran sensibilidad por representar la luz que envuelve a los ángeles, confiriéndoles un aspecto irreal como en Los ángeles tocando instrumentos de capilla de Santa Silvia. Brilla en temas mitológicos como Hipómenes y Atalanta.

Entre finales del siglo XVII y los primeros años del siglo XVIII se desarrolló en Italia la pintura al fresco en edificios construidos en época anteriores.

Entre los grandes fresquistas del Barroco italiano destacan Giovanni Lanfranco (1582-1647), autor de la Camera degli eremiti  del Palacio Farnesio, la Virgen de la gloria de Sant’Andrea della Valle entre otros.

Il guercino (Giovanni Francesco Barbieri, 1591-1666), pintó frescos en varios palacios e iglesia en Roma, sus personajes parecen volar entre los espectadores y tuvo un gran dominio de la técnica.

Si bien sobresalió en la arquitectura, Pietro da Corotna (1596-1669), también se dedicó a la pintura. Entre sus primeros frescos están os de la Villa Muti, en Frascanti, y los del Palacio Mattei, realizado alrededor de 1622. Entre 1633-1639 pintó los frescos del Palacio Barberini y los del Palacio Pitti.

Da Cortona: bóveda del Palacio Baberini

El SIGLO XVIII

Giovanni Battista Tiépolo (1696-1770) es el pintor más dotado de los italianos de esta época y el último gran pintor barroco. Colorista por excelencia, se olvida por completo de las tenebrosidades. Se le considera como el más adecuado maestro del rococó en Italia. Aunque hace cuadros de caballete, sobresale especialmente en la pintura decorativa. Se inspira en Veronés, surgiendo nuevamente los tonos claros, las pompas de Venecia, las imponentes arquitecturas, los cielos inmensos y los grandes banquetes. Las figuras navegan por el aire con un dominio absoluto.

En el Palacio Real de Madrid, tras la llamada de Carlos III, pinta en la Sala del Trono las Glorias de la Monarquía española, soberbio canto a España. Forman corte a España diversos dioses de la antigüedad y figuras alegóricas, todo ello enmarcado por los espléndidos grupos y personajes que simbolizan las diversas provincias, tanto peninsulares como ultramarinas. Pocas obras tan bellas y optimistas como este inmenso conjunto de personajes, animales y nubes.

Otra faceta de la pintura veneciana lo constituyen las perspectivas urbanas.

La gran demanda de cuadros recordatorios que de ello surge explica el detallismo y fidelidad, ya que el viajero quería un recuerdo. Entre los principales representantes están El Canaletto (Giovanni Antonio Canal, 1679-1768), que fue el primero en utilizar la cámara oscura para dibujar las líneas en sus exactas proporciones de las vistas de Venecia.

Pero sobre todo Francesco Lazzaro Guardi (1712-1793), que inaugura una nueva técnica: prescinde del dibujo y aplica pinceladas sueltas y empastes, de forma que se revela como un impresionista en una escuela predispuesta para ello. Con Guardi la veduta pierde algo de su aspecto de documento preciso e intemporal para convertirse en la interpretación personal y poetizada de un ambiente. Por otra parte, no persigue como Canaletto fijar en toda su concreción los elementos físicos del paisaje; éstos pueden pasar en ocasiones a un segundo término ante la atención que exigen los aspectos cambiantes, aquellos que dan su personalidad, su sabor, a una hora del día o a una situación determinada. Se pierde así en precisión, pero se ganan matices, se aumenta la capacidad de evocar y de seducir. La Vista de la laguna al atardecer, con su simplicidad constructiva, su delicada gradación lumínica y su brumosa atmosfericidad representa quizá el punto más avanzado de la pintura de Guardi, aquel que ha hecho hablar, a propósito, suyo y como siempre trasponiendo los términos de modo equívoco, de visión «romántica» del paisaje, o de «impresionismo». Se ha abandonado la anécdota para pasar a la plasmación de un fragmento de paisaje donde ya no están presentes ni el elemento humano ni el arquitectónico. En realidad, lo que encontramos aquí es todo el encanto y la seducción del Rococó.
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