GENERALIDADES

Desde el segundo tercio del siglo XIX y hasta la actualidad, la arquitectura ha vivido en constante transformación. La industrialización creó nuevas necesidades, pero aportó soluciones novedosas, como la introducción de materiales desconocidos hasta la fecha.

Al menos dos, son las exigencias que deberá satisfacer la arquitectura contemporánea:

La necesidad de construir lugares de residencia, con los servicios adecuados, para la creciente población urbana. El urbanismo se convirtió en una cuestión prioritaria, especialmente los aspectos relacionados con los espacios de ocio y las infraestructuras higiénico-sanitarias de las ciudades.

En segundo lugar, la necesidad de facilitar la comunicación dentro de los recintos urbanos y posibilitar la conexión de unos núcleos con otros. El fácil acceso a las principales vías de comunicación también fue prioritarito, con los ensanches y la ampliación de las nuevas ciudades.

En las grandes ciudades europeos, ambas necesidades estuvieron presentes, desde mediados del siglo XIX en Viena, Berna, Edimburgo, París o Barcelona.

Por lo tanto, el siglo XIX sentó las premisas necesarias para que en el XX se encontrara un nuevo lenguaje arquitectónico, coherente y consecuente con las auténticas necesidades del hombre y de la sociedad.

Estas premisas fueron:

  • Los profundos cambios sociales originados por la Revolución industrial; surgen nuevas soluciones urbanísticas, al desarrollarse las ciudades.
  • Una nueva conciencia en el hombre: se exige cada vez más una vivienda digna. La casa del ciudadano no había sido objeto de preocupación desde la Antigüedad.
  • Una nueva situación socioeconómica impone grandes edificios para grandes concentraciones: pabellones de exposición, almacenes, estaciones, mercados, oficinas, etc.
  • Los nuevos medios de comunicación exigen grandes obras públicas.
  • Dicotomía entre arquitectos (artistas) y constructores (ingenieros).

La mayor parte de la población vive en las ciudades. La planificación de las mismas es uno de los objetivos de nuestro siglo. De este modo nacerán proyectos urbanísticos como el de Tony Garnier (1869-1948), el primer arquitecto que afrontó seriamente el crecimiento y la planificación conjunta de la ciudad y la arquitectura. En sus proyectos emplea los nuevos materiales creados por la industrialización para la construcción. No descarta que la ciudad industrial sea un espacio fundamentado en el orden. Algunas de sus ideas se llevaron a cabo en la ciudad francés de Lyon. La ciudad de Brasilia, proyectada por Oscar Niemeyer (1901-2012) y Lucio Costa (1902-1998), es otra prueba de la importancia que tuvo el urbanismo a principios de siglo.

El consiguiente desarrollo de las ciudades, trae consigo problemas para encontrar una vivienda. La solución eran los rascacielos, que surgen a finales del siglo XIX en Estados Unidos y que se continúan construyendo a lo largo del siglo XX. Con ellos se consigue concentrar a un gran número de personas en un espacio relativamente reducido. Con idéntica finalidad nacen las unidades de habitación, como las diseñadas por Le Corbusier (1887-1985). Por lo tanto, la forma ha de subordinarse a la función. Lo importante de un edificio es que sea funcional, que cumpla de la mejor manera posible la función para qué ha sido diseñado.

Los nuevos materiales y su empleo en el mundo de la arquitectura, desplazan el muro tradicional por el muro-cortina: el muro pierde función sustentante, los materiales tradicionales son sustituidos por otros más ligeros, generalmente vidrio. De esta manera el muro-cortina es una simple separación entre el interior y el exterior del edificio. La arquitectura intentará alcanzar formas trasparentes y dinámicas.

La renovación estética del modernismo, aunque no resuelve los verdaderos problemas arquitectónicos, rompe con la tradición y abre la puerta a un nuevo horizonte. El modernismo preludia la arquitectura del siglo XX. En este siglo, se produce la ruptura con la tradición. Se intenta crear un nuevo lenguaje caracterizado por la libertad absoluta. Se rechaza cualquier referencia a estilos anteriores. La arquitectura del siglo XX posee un carácter universalista y autorreferencial:  un edificio no deberá hacer referencia a nada, sólo a sí mismo. En 1908 el arquitecto y urbanista holandés Hendrik Petrus Berlage (1856-1934) afirma que es necesario que la arquitectura trate de «crear espacios y no diseñar fachadas». Con esto se antepone la función primordial -la habitabilidad- a las funciones secundarias, como la ornamentación. Lo funcional no tiene por qué no ser bello.

Un rascacielos o un aeropuerto, la presencia del automóvil, las aglomeraciones urbanas, no tienen precedentes en la Historia, y por ello, cualquier tentativa de edificar según modelos góticos, renacentistas o griegos, estará condenada al fracaso. Es necesaria una nueva estética. La arquitectura será fundamentalmente espacio interior, espacio habitable. Para poder juzgar una obra arquitectónica hay que verla en su interior, en sus plantas, en sus secciones.

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