Emile Signol, óleo sobre lienzo, 1840. San Bernardo Predicando la Segunda Cruzada en Vézelay, 31 de marzo de 1146

Bernard de Fontaine (1090- 1153), conocido como Bernardo de Claraval (o Bernard de Clairvaux), perteneció a la Orden del Císter[1], fundada en 1098. Los cistercienses observan la regla la de San Benito en forma estricta. Esta nueva orden, surgió como reacción de la relajación que consideraban que tenía la Orden benedictina de Cluny (del siglo X), queriendo retomar el espíritu original de la Orden de San Benito (siglo VI).

En 1113, Bernardo ingresó en la Orden del Císter. Esteban Harding, el abad de Císter, le envió a fundar el monasterio de Claraval, del que fue designado abad, puesto que ocupó hasta su muerte.  Bernardo, fue artífice de la difusión de la orden, fundó 68 monasterios de los más de trescientos que había en Europa a su muerte.

Bernardo, concebía las iglesias, donde debía honrarse a dios, alejadas de cualquier exceso ornamental. Propuso, un tipo de edificio caracterizado por una austeridad constructiva absoluta, prescindiendo incluso de capiteles escupidos, como abundaban en el románico. Según su opinión, esos capiteles podían distraer a los monjes en su retiro.

Surgió entonces, un estilo constructivo caracterizado por la austeridad de decoración y ornamentación, que se impuso en los monasterios que seguían las normas de san Bernardo. El auge de la regla reformada de San Benito a lo largo del siglo XII se aprecia en la gran expansión de las abadías cistercienses, que se difundieron por toda Europa en oposición a la vida cómoda que llevaban los monjes de Cluny.

La regla fundamental de san Bernardo era ora et labora (orar y trabajar). Sus monjes se agrupaba en docenas -como los apóstoles-, fundaron monasterios en zonas boscosas y en las landas de Europa central, que a lo largo del siglo XII se labraron y se convirtieron en nuevas tierras de cultivo. Los frailes cistercienses, ayudados por los canteros, fueron los encargados de levantar sus propios monasterios.

El primer edificio de ideales cistercienses fue el monasterio de Fontenay, terminado en 1134 y, siguiendo las directrices del Císter, todo se edificaron del mismo modo, por tanto, las diferencias son mínimas.

La planta de los monasterios cistercienses corresponde en general al establecido por san Bernardo: una gran iglesia con un claustro adosado; en torno al claustro, se distribuían las dependencias comunitarias fundamentales, destinando los pisos altos para dormitorios; las bodegas, almacenes y cocinas aparecían como dependencias anexas, con frecuencia agrupadas en patios y claustros secundarios.

El monasterio se caracterizaba por su funcionalidad y austeridad, sus espacios amplios para rezos en común y por el gran número de dependencias, que lo convertían en centro autosuficiente. Reunía en sus formas constructivas los elementos más avanzados del románico y recursos de las grandes catedrales góticas. De este estilo rechazan las grandes vidrieras y los elementos ornamentales.


[1] El término Císter procede de la ubicación donde se originó la antigua localidad romana Cistercium, hoy próxima a Dijon, Francia.

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