La pintura del Barroco se interpreta de dos modos diferentes, según se trate de países católicos en los que tendrá gran importancia la Contrarreforma, o de países como Holanda, en los que ésta apenas tuvo incidencia.

La mayor parte de os temas en los países de raíz católica como Italia, España, Francia y Flandes son religiosos. En Holanda, el artista trabaja por encargo para la burguesía, posee mayor independencia, no necesita un mecenas. En este país el retrato es la temática predominante, sobre todo los de grupo, los bodegones, los paisajes y las escenas de vida cotidiana, que reflejan los hogares y la vida íntima y acomodada de los burgueses.

En este sentido la función de la pintura es para difundir a los creyentes los principales dogmas de la fe católica que, habían sido cuestionado por Lutero.

Uno de los objetivos será hacerlos lo más verisímiles posible. Por eso abundan escenas en que aparece la Inmaculada, santos, los sacramentos, etc. También se ocupa de temas de índole mitológica pero no siempre con el rigor que se hizo durante el Renacimiento.

El denominador común del barroco es el naturalismo, lo que supone la ruptura con el arquetipo y los cánones de belleza idealizados establecidos en el XVI. Se pinta cuanto se ve, lo feo y lo bonito, lo agradable y lo molesto. El pintor sale de su taller para buscar temas en la misma naturaleza.

Se amplía los campos de la pintura. Surge así el paisaje puro, sin figuras, sea urbano o marino. Es la gran época de los bodegones. El retrato es físico y moral; se pinta al pueblo en sus actos más ordinarios.

Se consolida la pintura de género como fenómeno típicamente barroco. Se pinta lo cotidiano, lo que hacen personas normales en escenas de la calle o de la vida privada diaria, como mercados, interiores, tabernas, calles, etc.

Tema muy específico son las vanitas, tipo especial de bodegón, que surgen a partir del pasaje bíblico del Eclesiastés, en el que se lee «vanitas vanitatis vanitatum omina vanitas» (vanidad de vanidades y todo vanidad). Quieren darnos la idea de la vanidad de los placeres de este mundo frente a la certeza de la muerte.

La belleza serena y equilibrada que tanto preocupó a los artistas del Renacimiento, no es en absoluto un objetivo de la pintura barroca. El pintor barroco no rehúsa la plasmación en sus cuadros de la vejez, la fealdad, la deformidad, lo trágico, las reacciones violentas y lo dramático, de las cosas con el mayor naturalismo posible.  

El retrato adquiere una importancia enorme para una burguesía que quiere ser retratada con todos los signos externos de su nueva situación económica. Siguen los retratos de la Corte. Pero ahora el retrato se va a fijar en el aspecto físico del retratado y también en su mundo interior, personal.

Caravaggio, Entierro de Cristo, 1602-1604. Óleo sobre lienzo. 300 cm × 203 cm
Museos Vaticanos, Ciudad del Vaticano

Crece la iconografía religiosa en la misma medida en que la Iglesia Católica aumenta el número Santos y Beatos.

Se domina perfectamente la técnica pictórica. Se realizan cuadros monumentales al óleo. Es arte de grandiosidad, con gigantescas bóvedas al fresco, que llevan más allá de la arquitectura rompiendo el espacio con cielos infinitos; un recurso ya utilizado en el Renacimiento pero que llevan a la perfección los pintores del momento.

La luz se convierte en un elemento importante de la pintura barroca a partir del tenebrismo; los pintores barrocos dominarán perfectamente el claroscuro. Dirigida y concentrada se crean fuertes contrastes entre los espacios iluminados y los que permanecen en la oscuridad, al tiempo que ayuda a construir volúmenes.  Con ella se intensifica el dramatismo y se enfatiza todo aquello que se quiere resaltar de un modo especial. La luz ejerce, un papel selectivo.

Las grandes conquistas de la pintura van parejas con las de la escultura: la luz, el movimiento, el colorido, líneas abiertas y diagonales.

Los cuadros barrocos están llenos de movimiento, de violentos escorzos, predominan las diagonales y líneas curvas. Se buscar la captación de un instante, la fugacidad del omento, plasmar el punto culminante de n hecho o de una acción que muchas veces no cabe, en el lienzo: queda recortada sugiriendo que, más allá de las dimensiones de los cuadros esta prosigue. Se pretenden que el espectador participe de la obra, se vea inmerso en ella, lo cual se consigue introduciendo un personaje dentro del cuadro que mira, más bien que increpa, al espectador creando un intenso neco de unión entre la obra y quien la contempla, tal y como hace Caravaggio en el Entierro de Cristo.

El color adquiera una gran importancia. Se prefieren las tonalidades intensas y dramáticamente contrastadas.

Entradas recientes

Designed with WordPress

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar