El lenguaje renacentista ingresa en España a partir de los primeros años del siglo XVI. Los artistas tomaron como modelo los estilos flamenco e italiano.

En la región de Castilla, hay mayor influencia flamenca y centroeuropea. Mientras en Levante, sureste de España, la influencia italiana es más clara.

La pintura flamenca, se introduce en la península con la llegada de pintores de esa región: Pedro de Campaña, Juan de Borgoña y Aine Bru.

Los modelos italianos llegan con los artistas foráneos y también por la estancia de artistas españoles en Italia.

Fernando Llanos, Fernando Yáñez y Juan de Juanes, se apropian del estilo de Leonardo y Rafael; Juan de Borgoña, Pedro Berruguete -con reminiscencia del Quattrocento- y su hijo Alonso Berruguete, son influidos por Miguel Ángel.

El estilo manierista tiene uno de sus mejores ejemplos en las pinturas que decoran el Monasterio de El Escorial, realizado por artistas italianos.

Será durante el segundo tercio del siglo XVI que se produce una eclosión de la pintura es España, en parte, gracias al mecenazgo del monarca Felipe II.

La temática pictórica dominante durante el siglo XVI es la religiosa. Apenas se abordan temas de tipo profano y la mitológico. Las representaciones mitológicas en España no tienen gran tradición, lo cual generó encargos a pintores extranjeros como los venecianos.

Durante el primer tercio del siglo XVI, en Castilla el pintor más destacado es Pedro Berruguete (1450-1520), en quien perviven algunos aspectos góticos. Se formó en Italia e interpretó la perspectiva desde el punto de vista de los pintores del Quattrocento florentino. Es probable que también estuviese en Urbino y haya conocido a Piero della Francesca.

Fernando Yáñez (1470-1520), conoce muy bien la obra de Leonardo, su obra Santa Catalina de Siena, posee un aspecto similar a las imágenes femeninas de da Vinci. Yáñez trabajó con el pintor Fernando de Llanos (1505-1525) en La última cena.

En Toledo, Juan de Borgoña (1465-1534) desarrolló su obra. Aunque nacido en Francia, se inició artísticamente en Italia -en Umbría y Florencia-, como lo demuestran su manera de componer los espacios y la anatomía. Su obra referencial son los frescos de la Catedral de Toledo. Su influencia en Toledo fue tal que muchos seguirán su estilo.

Hacia el segundo tercio del siglo XVI, el artista que mayor influencia ejerce sobre los pintores españoles es Rafael.

En Valencia, Juan de Juanes (1507-1579) se remite a la pintura de Leonardo a través de la obra de Yáñez y de Llanos, se ocupó de la temática de Jesús. Una de sus obras más famosas es La última cena, marcada por la pintura de Leonardo y por el estilo de Rafael del que toma los gestos amables y dulces de sus personajes.

La última cena, Juan de Juanes, 1555-1562, Óleo sobre tabla. 116 × 191 cm. Museo del Prado, Madrid, España

En Castilla, Alonso Berruguete (1495-1561), realiza obras con clara influencia de manieristas, especialmente florentinos. Pinta en escorzos forzados y violentos, rompe con el orden establecido, mientras la anatomía y la psicología son secundarios.

La difusión del humanismo renacentista en España

A finales del siglo XV, la España de los reyes católicos se convirtió en uno de los países europeos de mayor difusión y alcance de los planteamientos humanistas difundidos desde Italia.

Los monarcas fomentaron la creación de universidades y la implantación de imprentas que permitiese una mayor difusión de las obras clásicas.

El pensamiento humanista penetró y se difundió por la península Ibérica rápidamente, fundamentalmente en la literatura y la educación.

Fernando e Isabel apoyaron la enseñanza y la propagación del pensamiento clásico. La propia reina estudió latín y demostró públicamente que el estudio humanista y la elocuencia eran considerados por la monarquía como la formación adecuada para cualquier caballero que quisiese contar con el favor de la corte.

Los hijos de la aristocracia española comenzaron a acudir a la universidad. La de Salamanca tuvo 600 estudiantes matriculados a principios del siglo XV, tres mil a principios del siglo XVI y más de siete mil a mediados del siglo.

Este desarrollo intelectual no fue acompañado con el arte. Las manifestaciones artísticas siguieron fieles a los principios medievales. Se continuaron construyendo iglesias con presupuestos góticos, mientras los nobles ordenaban la construcción de palacios de nuevo estilo.

Las formas constructivas renacentistas ingresaron gradualmente. Se mantuvo el efecto ornamental gótico tardío, pero se mezcló con la recuperación de las formas clásicas como frontones o arcos de triunfo, propias del renacimiento.

Por su trabajo minucioso de la decoración que llena las fachadas, este primer renacimiento hispano se conoció como plateresco: los edificios muestran arcos mixtilíneos o carpaneles, pilastras decoradas o columnas con el fuste retorcido, y están rematados con cresterías y mecheros. El mejor ejemplo es la fachada de la Universidad de Salamanca.

Hacia el siglo XVI, el afán decorativo fue cediendo a elementos más clásicos, como las esculturas, que comenzaron a disponerse en fachadas y patios. Los elementos arquitectónicos se hicieron más evidentes por el influjo de esa manera de concebir la arquitectura que Bramante puso de moda en Roma. El palacio que Carlos V mandó construir en la Alhambra de Granada es fiel reflejo en la forma constructiva. Este período se conoce como purista.

Fue durante la monarquía de Carlos V que ingresa a España el nuevo planteamiento espiritual personificado en Erasmo de Rotterdam (1466-1536). El humanismo cristiano erasmista de difundió con rapidez convirtiéndose, aunque en forma breve, en el principal movimiento intelectual de la época. Cuando se plantearon fricciones entre Erasmo y la jerarquía papal, el monarca, sacro emperador romano, se alineó a la jerarquía y comenzó a perseguir al erasmismo. Se reforzó la Inquisición para erradicar las herejías y dominicos y jesuitas se convirtieron en apoyo intelectual e ideológico de la Contrarreforma impulsada por el Concilio de Trento.

El arte durante la monarquía de Felipe II

El sucesor de Carlos V, fue su hijo Felipe II (1527-1598), católico ferviente y celoso defensor de la rectitud de la fe, se convirtió en adalid de las ideas contrarreformistas. El monarca se veía a sí mismo como hijo predilecto de la iglesia y consideraba la religión como un tema de Estado.  Con él, la Inquisición alcanzó su mayor poder y se realizaron autos de fe en ciudades como Valladolid y Sevilla, para escarmentar a quienes se opusieran a los designios de Roma y el monarca.

El arte floreció dentro de los rigurosos preceptos de la Contrarreforma. Durante su reinado (1556-1598) se impuso un arte impregnado de los ideales manieristas de la época. Fue un arte austero.

La arquitectura se caracterizó por el predominio de las formas constructivas y la escasez de elementos decorativos. Estas obras chocaban con las primeras muestras en las que el exceso decorativo, herencia del mundo gótico, todavía estaba muy presente. La difusión de los presupuestos manieristas fue muy rápida.

El cambio en los preceptos arquitectónicos que se operó en España entre la primera y segunda mitad del siglo XVI fue muy llamativo. Si durante el plateresco la arquitectura se cargaba de elementos ornamentales, durante la etapa contrarreformista se retornó a la austeridad y a la simplicidad de las formas. Este hecho se manifestó en las fachadas y los patios de edificios de uno y otro período.

En las artes plásticas, la presencia de grandes volúmenes y escorzos violentos de origen miguelangelesco dominó en la pintura y en la escultura. La temática preferida era la Virgen, pues la Contrarreforma defendía, el papel intercesor de María ante su hijo. El mismo motivo llevó a la aparición de innumerables cuadros y esculturas en los que exaltaban las virtudes de santos y mártires de la iglesia católica. En este contexto Juan de Juni (1506-1577) y Alonso Berruguete (1495-1561) desarrollaron una escultura acorde con la nueva temática y con los presupuestos miguelangelescos.

A diferencia de la escultura renacentista europea, el material utilizado fue la madera, debido a la escasez y la carestía del mármol. Se la policromaba para darle mayor relevancia. Se utilizaban las carnaciones para los rostros y la técnica del estofado para los paños, sobre todo las túnicas.

Esta técnica consistía en colocar por debajo de la pintura una fina capa de pan de oro. Cuando la escultura estaba seca, se levanta la pintura con punzones imitando mediante puntos y líneas los dibujos propios de las telas estampadas. De esta manera se consiguen paños de una gran riqueza decorativa.

Las esculturas de mármol o bronce, de carácter público, representaban el poder del monarca como las esculturas de Felipe II realizada por artistas italianos como los hermanos Leoni.

Durante el reinado de Felipe II se manifestaron dos ejemplos que se convirtieron en el paradigma del arte contrarreformistas. Uno de ellos fue el monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid), ordenado por el monarca; el otro, la obra pictórica de El Greco.

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